1


No conozco la paz de la tierra entre las axilas,
el peso de los párpados
que ya nunca se abren.

Ignoro cómo cantan los cipreses de larga línea
y sus otros hermanos.

Corazón rama desnuda herido de invierno,
tú que ya no sueñas.


2


Cesar el mundo,
ser ave que se aleja altamente.

Entre tanto, la tierra en olvido
expone

la teoría del giro,
la fiesta lejana en las flores
y el arrullo viento
sobre los árboles del paisaje.


Luego crecerá el vacío de espuma

en los dientes,

el antiguo carbón del estómago
para masticarle

su brillo escondido,


un único afán de luz tenue
sobre el espíritu del tiempo

que envenena y diluye,
que arrasa o eleva a una cota de nube
color ceniza
del recuerdo en llamas.


Sombra del ala
del nuestro despropósito;
el mundo es ave que se aleja altamente.


3


Tardes de invierno,
tardes de café color vena herida

que sangraba palabras
o besos.


Palabras como animales bajo la lluvia

trotando,
o besos crecidos de un agua lejana y sola.


Y el sol no estaba
y la luz de aquel invierno éramos nosotros,
o nosotros éramos la sangre

caída del sol.


4


Qué lejos el mundo
con su devenir de órganos marchitos

y venenos que se desconocen.


Decir que allí se pudren los deseos,
la gana de criar un cuerpo

salvaje,

el sano vidrio que se parte
con un beso

porque los besos son altos hornos
que reunifican.


Delirios y campanas.


5


Vendrá el sol como ceniza
de las palabras

amor
y ausencia mortal.


Vendrá hasta nosotros levemente,
ligero,
para tocarnos las cabezas
y ungirnos

de luz.

Pero no temas su destrucción

de mediodía
colmado y abierto,

su dulce pasión por ambos
no pertenece a la confusión del mundo.


6

Cito las imágenes que nos amparan:

Las olas blancas y la carne
y el ojo

de tu vientre que todo lo ve,


el suspiro del árbol

de mis caderas
y sus hojas,


las cintas de cal que nos queman
cuando el sol ausente

y tu mano
en mis muslos

aprieta el corazón del amor,

las plumas que nuestros cuerpos
con pasión

de pájaro.


7


Quiero la pasión de los cisnes
sucios,

el abandono de las cosas
que nos dieron.

Digo que quiero un trueno
en los ojos,

un ruido mortal e incesante
que nos destruya

así,

como lo hace una tormenta inmóvil
y cercana.

Porque los párpados roncos sangran
la punta

de la vida
y la hieren,

porque no hay sutura posible
y es hermoso

verse morir

alejado de las falsas purezas.


8


La envergadura lenta de los árboles
comiendo y la paz de la madera y la
nota aguda de su canto en las ramas
que cuelgan cuando el aire.

Lo confuso del propósito del tiempo
sobre los valles de ombligo hermoso
extensos y potentes o atravesados a
carne por la paz de unos dedos agu -
dos vareando luego las costillas en
claro ademán.

El undécimo dedo fugaz sí mece y co -
rona los árboles dentro.


9


Allí los ojos pueden como pájaros
que alzan su vuelo
hacia el ático de los árboles,
donde brilla otro sol,
y nuevos pintores hacen estudios de luz.


10


La más pura desesperanza
sobre la cima
y los deseos,
y el ángulo temible del amor ...
partido.

Seré un músculo de hierbas que se fuman,
una ceremonia
en olvido.

Allí, entre los manojos del mundo
que nos ignora,
seré un ave que altamente
se aleja,
hacia la más pura cima.
Allí, golpeando la línea del
horizonte,
muerto en la memoria,
vencida carne
que cae,

allí seré
el último de los que lloran
en la oscuridad,
como un niño derrotado en la cama
de la noche,
allí siempre.


11

Cómo las palabras queman el cabello
crecido
a común amor
después de los grandes esfuerzos del besar
y del bogar uno sobre otro
hacia la isla quieta
que parecía hermosa.

Cómo incendia y arrasa el diente sin sonrisa
al tiempo arrebatado,
a todo lo virgen incesante.


12


Lloro la delicadeza del cuerpo que,
sobre la línea del horizonte, golpe -
a.
Lloro por el invierno despeñado mus -
lo muriendo triste con los años por
cima de lo conocido.

Creo que la última ceniza del pie a -
traviesa el estómago amado que sin
duda no pertenece al tiempo ni a la
causa, creo que lloro porque no que -
da otra.


13


Y dejar a la muerte que nos pula las cade -
ras o los ojos o nos saque punta y nos cla -
ve en cualquier pecho conocido,
una bandada de corazones si mi pelo triste
crece por una eternidad en el silencio ba -
jo los árboles, cuerpo de estepa con trein -
ta y tres nidos blancos en invierno porque
todos los dormidos rezan cosas así.

Tan lejos hundido segregando mármol de vi -
sita.

Digo que lloraré algunas sílabas sobre ol -
vido y que vengan a trotar seda los gusa -
nos si ya nada es lo mismo.
Oscura y ácida la muerte y detrás una ban -
dada de corazones migrando por poner un e -
jemplo.


14


Cuando ya las estrellas son techumbre
y no hay más alto don que el olvido.

Apagar el cielo y sus mechas,
ocuparse del fuego mundo que nos pertenece.

Lluvia pluma sobre las tierras perdidas,
lluvia
de pájaro tajante
que cuelga en las ramas del sauce más cercano,

el más puro intento hermoso
de la vida soñada cuando niño
y no entendía
que más allá del cielo con nubes
estuviese lo negro del universo.


15


Altura los labios que chupan espí -
ritu,
altura la luz de costillas entre ma -
nos como puro viento por las hojas,
altura
ser en la humedad del amor siempre.

Y los cabellos en desorden sobre la
madrugada o un laberinto de carbón
claro para despertar.

Despertar el corazón a los otros la -
bios que amo y sus sombras frescas
al borde mismo y sus ramas que aca -
riciando el vientre dentro sonríen
rotas hojas blancas, o el color del
seno colgado en la noche.

¡Despertar!.


16


Oscuro y hermoso como la piedra don -
de asienta el mundo, como la lengua
que te humedece a razón de paz nun -
ca vista con la que tú segregas los
propósitos sin cauce.

Oscuro y hermoso la razón lejana de
las aguas que siempre, como se ins -
taura la vida una vez y nada más a -
hora o nunca,
porque da igual el resto de cosas.

Igual el tamaño de los otros ojos o
cuerpos y tierras, el nudo de manos
distintas, y el otro vidrio joven y
fuerte creciendo bajo la luz.

Porque oscuro y hermoso como la pie -
dra donde asienta el mundo es.


17


Pensamiento salvaje, palabra bestial,
primitivas luces para otros ojos, paisaje
rudo,

partido e incompleto.


La idea en un ángulo roto, en pájaro a la deriva,
en un único trazo ...
y digo que a su borde mismo,
a noventa grados de todo,
a un giro incompleto de lo que consideramos quieto
y estable,
digo que allí se encuentra la sombra más fresca
y suave para el descanso.

Pensamiento salvaje, palabra bestial ...

La lengua en pincel sobre la roca, con palabras de tinte vegetal,
pinta cacerías
de animales nunca vistos.
Luces primitivas, paisajes partidos.

Las manos como bocas entreabiertas, aprendices
de ignorancia. Mariposas escapadas del último
beso.

La ciencia de quebrarse en vuelo.


18


Con qué herramienta mirar el mundo
para ajustar sus mecanismos de giro y confusión.

Tocar delicadamente los vientos que arrastran corazones,
corazones dejados en un inalcanzable límite;
cambiar su dirección hacia un norte más próximo
a las cosas, al beso instante,

bajo la mirada del tiempo.


Qué fuerza del pensamiento puede dar a las palabras
vitalidad de océano. Un continuo movimiento
masaje a la vida.

Concentrar las ideas, que otra luna
se encargue de las mareas cuando sea momento,
que otros vientos soplen altas olas de penacho blanco
hasta la orilla donde juegan los niños,
sin asomo de duda, desnudos y dispuestos.

Qué destino asombrar con metas blancas
e ingenuas, sin manchas de tiempos pasados.
Qué sombra con qué sol para los tiempos venideros.

Pasos naturales. Rutas distintas, como nuevos
ríos que se abren camino.


19


Digo la manera en que sucedo, las formas que me
definen.

Ejercito la memoria desde este invierno, el más
crudo de los que recuerdo:
unas pocas esperanzas caídas entre las
muchas otras hojas secas de los árboles,
alguna sombra de lo que pudo ser,
y unas pocas caricias cuidadosamente amontonadas
en una única sensación dulce e indeterminada
en el tiempo.

Poco más que pájaros que vuelan lejos, porque
cuando aquí es invierno, este invierno, buscan
más hacia el sur, y se van.

Los miro fijamente y renuncio a la nostalgia,
renuncio
a todo posible gesto melancólico.

Digo que las cosas me transcurren y que, prácticamente
inmutable, las dejo pasar.


20


Quedaré quieto, bajo mi propia sombra.

Quieto como los árboles milenarios
creciendo a fuerza de luz lunar,

a golpes de sol y nube derretida.


Creceré remando paletadas de tierra,

comiendo piedras que quieren salir de sus límites,
respirando bocanadas de arena húmeda
y profunda.


Húndase mi mano hasta el magma mismo,
tan lejos de la luz,

tan por debajo de todo
que hierven las rocas porque el centro

solo sirve para dejarse caer
y quemar la carne y fundirla hasta dejar un puro hueso.

Quedarse quieto, perfeccionando la forma en que crecen y se distribuyen las ramas.

Y las aves venidas de lejos volarán hasta aquí ...
y volverán a irse

pero dejarán nidos de invierno.


Abandono al vaivén del viento, a la caída de la lluvia.


21


Tumbemos las ilusiones boca arriba, sobre una pradera
de yerba fina y cuidada,
tumbemos las ilusiones a la luz de la noche.

Que sientan el giro de la tierra sobre sus espaldas
las grandes distancias hasta un punto blanco y exacto
sobre el cielo.
El punto donde asentarse y hacer palanca,
fuerza en el vacío.

El tiempo y la distancia lo hacen todo,
certezas o dudas a ras de línea del horizonte,
perfil de pájaro

que migra con las estaciones,
constante búsqueda de números y ecuaciones
sobre el cielo.

Tumbemos las ilusiones a un sol antiguo,
a un calor que no obedezca ley alguna.


22


Como la noche extiende ausencia de color y no
estar,
como silencio entre las manos que apuesta por
nuevas promesas.
Dedos como niños despeinados que corren hacia
no sé qué paisajes.

Así, con el cielo por corazón, palpitando a olas de
ritmo lento, un instante, y bombear contra la
desesperada costa en tropel de silencio, una
espuma de palabras
que se lee, signos lejos de aquí, dirección línea
del horizonte nunca visto.

Pongamos un orden a los sentimientos, una
estructura de nubes desarrollando formas al azar
del tiempo.

La fuerza que nos contiene, que nos tensa desde
este mismo punto hacia el otro desconocido.
Pienso en músculo, en hueso solidario: de qué
cuerpo enorme, de qué mundo en masa formo
parte, y lo desconozco.

Infancia del pensamiento, abandono.


23


Lengua dinamita aplicada aquí,
a la base misma de la roca corazón.

Un pico, una maza de antiguos movimientos
y minería sentimental descienden, nuevamente,
al oscuro pozo

de pulmones al carbón.


Lengua dinamita, rompe con exactitud
y justa medida, haz pedazos

destroza
destruye y fragmenta.


Explosión de mi boca dientes ceniza,
las palabras en mis labios humeantes,

la saliva hirviendo que trago y que abre las gargantas
porque el licor ardiente de la tierra, ya se sabe.


Entre tanto, sigo disponiendo de formas brazos
y piernas, costados y espalda, pies y manos.
Sigo igual e inmutable, dentro de un orden
que dice

orejas a los lados, dos,
pecho envuelto en costillas
y resto de coyunturas que no cito
pero conozco.


24


Ya no importa medir, conocer la exactitud con que
una nueva matemática
podría proponer descripción del estado de las cosas,
y tendencia a las huidas tipo otoño.

Medir, conocer qué diámetro de qué circunferencia
nos encierra y transforma en líneas que cortan rebasan
los límites del sentimiento, más allá de lo que se conoce.
El sitio que ignoran incluso las aves invierno, los patos bandada
en ángulo sobre el cielo, como si ellos mismos fueran la frontera
que debe cruzarse.

Ya no importa. Nunca nos dijeron dónde se encuentra
la tierra templada,

lo cierto es que ni siquiera regresaron
a los nidos en la cuenca de los ojos que los vieron partir.


Ya no importa. El arco del corazón se traza a sí mismo

bajo la tensión de fórmulas sentimentales
que intentan definir el melancólico empuje del otoño.


Digo que más allá de lo que se conoce,

más allá de la región puro pensamiento
cazador de mariposas.


25


También la dulce violencia del pasado asciende:
suaves brazos desde detrás del tiempo
empujando.
Cuando el sol calentaba los cuerpos
diferente
y las nubes no dibujaban sueños sobre azul.

Entonces quebrábamos el mundo con nuestras voces
y los dientes se envolvían en burbujas
para evitar su dureza.

Acaricio con la yema de los dedos
el filo de la espada con la que luchamos
en legendarias batallas,
en lejanos campos bruma donde brillaban ojos feroces
apuntando al futuro
con elegante indiferencia.

Éramos casi animales salvajes, ideas de aroma
flor de montaña silvestre
creciendo en mitad de la primavera.

Dulce violencia del pasado, memoria chispeante,
relámpago al filo de la espada con la que luchamos
en legendarias batallas.


26


La inteligencia es una ballena triste


Proporciones de nada, vacío con miembros de esfera
indiferente.

Postura de las ballenas tristes nadando,
sumergiendo razones a kilómetros de profundidad
para luego expulsarlas a grandes chorros por la brecha
de su lomo cetáceo,
como si aplicar presión al pensamiento sirviera de algo.

Recorrer enormes distancias lentamente, exponiendo
nuestra exacta posición que flota en mitad del océano
con voz melancólica.
No hay motivos para emprender el largo viaje:
arriba, las gaviotas juegan a líneas y caprichos
sobre el cielo,
las olas golpean con hermosa monotonía
y las nubes no tienen intención y permanecen quietas
y blancas, simplemente, perfeccionando su curva,
su quietud en movimiento.

No hay motivos para recorrer enormes distancias
sin saber qué se encontrará finalmente,
probablemente sea el placer de la ruta,
desplazarse a coletazos firmes
y suaves, a inmensas brazadas del pensamiento.

Rumbo a la proporción de nada, a un nudo de lágrimas
que ya deshicimos desde los tiempos de infancia
cuando, también sin motivo, dimos el primer gran salto
sobre las aguas y sonreimos.


27


Costa de Portugal -1-

Aquí las gaviotas tienen forma de pensamiento triste,
navegan por entre las barcas
con dulce melancolía, como si la expresión
final de la idea que vuelan pudiera decirla
esa quietud solidaria de las barcas con las olas
del mar.

La luz, que hoy cae desde las enormes
nubes grises que cubren el cielo, toma
volumen y se enreda en el agua justo
a la distancia que deja el vuelo, plano
y al ras, de la gaviota.
Un repentino batir de alas alza
su cuerpo, también gris, levantándolo
no sé con qué objeto, o hacia qué lugar
exacto del aire de la playa,
que comienza a llenarse de paseantes
con perro y niños en la arena.

Aquí las gaviotas tienen forma de pensamiento triste,
una doble curva en el aire buscando.

Y algunos pequeños barcos cruzan de un lado a otro,
y con ellos una bandada traza círculos concéntricos
por cima suya, acompañándolos por poco tiempo.


28


Costa de Portugal -2-

Deshago nudos en el pecho,
nudos corazón latido de ola y espuma.

Desde tierras extremadamente lejanas llega
un pulso incesante,
es la tensión de los labios por pronunciarse.

Desde estas playas veo la boca del mundo,
los renglones de luz viajando hasta un horizonte
que todavía no conozco.

No conozco los puntos de luz en la noche,
el sabor de la oscuridad desde la que parten
las barcas de pescadores
hacia el lugar exacto en el océano
donde parar, hacia el lugar que no está en los mapas.


29


Ellos dicen que pueden, que lo conocen.
Incluso serían capaces de decirnos la probabilidad
de que suceda, tan fácil como yo digo que después
de esta noche la luz romperá suavemente
sobre el techo de las cosas, o tal vez que, sencillamente,
lo cambiará todo de forma.

Sí, la luz es la lenta explosión, el ligero temblor
de la garganta del mundo creciendo sin más objetivo
que llegar hasta un grito final de agonía,
al fin y al cabo cualquiera haría lo mismo en su lugar.

El lugar redondo en que se instala, sin considerar
un presunto orden del universo.
El puesto que ocupa cada uno de sus elementos respecto al otro,
el equilibrio en masa flotando asombrosamente.

Tal vez el último de los venenos, la hoja más antigua
de la planta más mortal, el grito que rompe la garganta
de los que lo lanzan,
tal vez sean precisamente las explicaciones, la razón
científica que nos lleva a trazar círculos
como lo hacen las aves, aprovechando las corrientes de aire.


30


Cómo abrasa la luz ardiendo,
la llama de líneas paralelas que viaja
a tan alta velocidad que se transforma

en tiempo.

Vuelvo la cabeza prendida de recuerdos,
la mirada ojos ceniza humeando levemente,
vuelvo visceralmente a la región que quedó oscura.

Y todavía destellan lejanamente la sucesión de cosas,
la grandiosa estructura del pensamiento destruido,
hecho una melancólica ruina
sobre la que me asiento y lloro para apagar
el incendio, la explosión que rompe y fragmenta
los corazones.

Cómo abrasa la luz ardiendo, su paso de pura herida.


31


Que nos crezcan hierbas y tréboles en la boca,
que nos llenen los oídos de tierra húmeda y fresca.

De hierba salvaje entre los dientes, de tréboles
que no pueden cortarse con la lengua. Una temperatura
verde y natural

en todo lo que decimos

desde un bosque santuario, desde una bóveda de ecos lejanos.

De un barbecho silencioso, de un quieto estar
a los lados de la cabeza,
un rumor que cruje y equilibra con su peso
la razón,

la arquitectura del pensamiento en masa.


Que nos quiten el dolor del agua que pasa, que nos lo borren
de las manos,

el incesante devenir entre los dedos
y que se posa en las uñas.


Llenarnos los huecos, los sitios por donde pueda pasar
el vacío,

la pose de los cuerpos con forma
de pensamiento marca diseño
que cambia con cada otoño.


Nosotros, los que permanecimos cuando llegó el primer invierno
y los vimos partir

y abandonar el paisaje en el que siempre estuvimos,

nosotros, los quietos,
los que no hablamos porque la hierba nos rebosa por entre
los labios.


32


Brisa de paseo al borde de acantilados
que dan al mar,
aroma de tiempo húmedo y espeso ... !hablo
tanto de él!.

Animal de olas golpeando la columna vertebral
que nos sostiene,
ojos curva del agua sangrando y enroscándose
como un tornillo de inocencia

que ajusta los mecanismos de la vida
y aprieta, fuerza, une y amasa ...

Arquitectura de la niebla, de las cosas evaporadas
que bajaron hasta nosotros y se detuvieron
haciendo cálculos de flotación, dando
argumentos sobre porqué se derrumbaron
sus galerías y grandiosas bóvedas,
sus líneas alzadas al cielo que dicen azul ...

Hablo tanto de él, dulce veneno a la sombra
de nuestros pasos, tanto de su mortal picadura en los tobillos.

- Al borde del acantilado -.


33


Descoyuntando la vida

Hacia donde nacen los ríos
y los bosques todavía hablan a ecos,
donde las ardillas saltan de árbol en árbol
en ráfaga de luminosas ideas.

Hacia los lugares distintos.


34


Flotando miembros unidos por un pegamento alucinógeno,
la forma en que se unen y ensamblan las piezas.

Mis manos trazan esquemáticos dibujos infantiles,
ingenuos análisis cómo y cuándo.

Los años ruedan bajo el agua, meses hechos piedra,
dando vueltas sobre un eje de mandíbulas que cuentan
la historia.


35


He hablado de lejanas batallas, del metálico
gesto de los días a lomos del caballo tiempo.

Del paso de los ojos hechos nieve que cae para
nunca ser pisada.

Palabras viento que no vuelven, disueltas alimentando
el recuerdo y los castillos donde regresábamos
al amanecer,
sucios de sangre y sudor herido por la sombra
de lo que pudo ser.

Castillos en la cima del deseo, antiquísimas construcciones
vigilando la frontera,
ejércitos en la niebla custodiándonos la juventud.

Más allá de las ciudades mágicas de la infancia,
más lejos de lo que llegaron a ver los vigías
en lo alto de las torres y murallas al amanecer,
cuando el esfuerzo por no quedarse dormidos era mayor,
justo allí, lo que no vimos ... lo que no vieron.

Sobre la cima del deseo, estatuas derramándose
ladera abajo,
órganos de piedra furiosa lentamente perdida.

Buscando el martillo con que golpear y ser el azote
y dar la forma
exacta a nuestras voces creciendo hasta el límite,
rebasándolo como niños silvestres, niños salvajes
masticando la hierba y la ilusión.

Con qué furia golpear ahora, con qué armas asolar
lo poco que nos queda.

Miramos todavía desde tan alto
que.


36


El desaliento


Preocupado por el conocimiento, por la forma
en que se expresan los acontecimientos: sin un orden especial.

Es cierto, me desalienta comprobar la lentitud del giro,
si es que existe. Porque a veces pienso que no hay velocidad
en esta caída libre, que no hay final que recomponga y organice.

Y ya no creo en los grandes esfuerzos, no.


37


Y las estrellas brillan como si nada ocurriera,
y es verdad, nada ocurre.





38


Pleno abril y el invierno aun atornilla columnas
de frío
y desapacible humedad.

Quien quiera ser como los almendros que adelantan
su flor

con olorosos gestos blancos,

quien quiera lentamente plantarse a un lado
de los caminos,
quien quiera.

Pleno abril y el invierno aun crece hacia
no se sabe dónde
ni en qué dirección.





39


Esencialmente triste y vacío, pudriendo la vida
bajo el fundamento de los relojes despertador de triple aguja
unidad de medida,

medida de la ilusión aritmética.

Esencialmente triste y vacío atravieso la ciudad y sus colinas
cuando todavía no despierta el cielo,
cuando otros muchos encienden rectángulos de luz en las fachadas
y sólo existen porque los pienso.

Y yo sólo soy un ruido en el asfalto, mientras
ellos lavan sus dientes,
y se recomponen apresuradamente.





40


Otra vez La Ballena

Desde tan abajo el sol es sólo un agujero de luz,
una esfera sobre la superficie lejana.

Míralo aquí mismo, desdoblándose en un haz de luz multicolor
repartiéndose a todo por igual.

Míralo aquí mismo, creciendo por debajo de las camas,
en el lugar donde se ocultan los zapatos del tiempo
y dan sus primeros pasos a altas horas
de la madrugada;

míralo aquí mismo en los ojos tristes
de las ballenas de debajo del sofá del salón,

asomando sus chorros de agua difusa sobre los cojines;

míralo aquí mismo, en los grifos que nunca abrimos





41


Rendirse ahora, olvidar.

Como al final de las viejas películas,
el camino se tiende melancólicamente
hacia lo desconocido,

y la imaginación crea puentes de aventuras

y vitales decisiones extraordinarias
embelleciendo el transcurso de los años.

Puentes sobre un río siempre igual, a cuyas
orillas,

siempre igual, crece la vegetación
domesticada.

¿Qué fuerza nos lleva hacia dónde?